La desaparición del ex candidato presidencial panista Diego Fernández de Cevallos refleja que la inseguridad ha alcanzado ya a la élite política de México y, de confirmarse la participación de la delincuencia organizada en el hecho, mostraría la gran fuerza que ésta ha cobrado.
Aunque ya se han registrado casos de alcaldes y funcionarios locales, o incluso candidatos, amenazados o asesinados, es la primera vez que se toca a un miembro de la élite política, y esto es un reflejo inequívoco de la inseguridad pública que ya llega a altos niveles.
No pretendo especular a estas alturas, más bien son hipótesis posibles en el caso, pero un posible móvil de la desaparición es un ajuste de cuentas de parte de los cárteles de la droga, pues existen rumores de que Fernández de Cevallos, abogado de profesión, llegó a defender a narcotraficantes.
Otra hipótesis es que la delincuencia busca enviar un mensaje de intimidación al gobierno.
En todo caso, la desaparición del político panista indica que la inseguridad se ha generalizado en el país y que no existen niveles que no puedan alcanzar los delincuentes organizados.
Según la Procuraduría General de la República, Fernández de Cevallos, de 69 años, llegó el viernes por la noche a su rancho ubicado en Querétaro.
Al día siguiente su vehículo fue encontrado vacío con huellas de violencia. Hasta el momento se desconoce su paradero y no se ha pedido el rescate por un presunto secuestro, aunque el Partido Acción Nacional hizo notar que no hay elementos para pensar que esté muerto.
Ningún otro organismo ni autoridad ha mencionado la posibilidad de que el Jefe Diego haya perdido la vida, a pesar de los resbalones del sábado por parte de Manuel Espino, quien aseguraba que a él le habían dicho que el cadáver de Fernández de Cevallos lo habían descubierto en un campo militar de Querétaro. Pero eso es solamente una mala anécdota en este caso.
Ahora bien, de confirmarse que el narcotráfico participó en este hecho, nuestro país enviaría la mala señal al mundo de la crítica situación frente a la intervención de las organizaciones criminales en la vida política, lo que incluye la posibilidad de que busquen influir en elecciones locales y nacionales. Y eso es todavía más grave.
Luego del primer impacto que el hecho tuvo en la sociedad —con el presidente Felipe Calderón retrasando un viaje de trabajo a España e instruyendo a su gabinete para seguir el caso, y con los medios generando coberturas informativas especiales—, la población puede percibir que la delincuencia ha cobrado gran fuerza en el país.
Hasta ahora no habíamos tenido una seña tan fuerte. La percepción de los mexicanos es que el crimen organizado está dominando en esta guerra emprendida por Calderón.
Este hecho indica que la delincuencia organizada está dando golpes que cada vez se acercan más a la vida política del país, lo que sería un llamado más a que el gobierno federal replantee su estrategia de seguridad.
La respuesta oficial en el plano inmediato debería ser una persecución de quienes resulten responsables de esta forma de intimidación. Y en un sentido más profundo y amplio, esto debería servir para discutir la estrategia de seguridad nacional. Si esto no conmueve a la élite política, ¿qué lo hará? JAV
Aunque ya se han registrado casos de alcaldes y funcionarios locales, o incluso candidatos, amenazados o asesinados, es la primera vez que se toca a un miembro de la élite política, y esto es un reflejo inequívoco de la inseguridad pública que ya llega a altos niveles.
No pretendo especular a estas alturas, más bien son hipótesis posibles en el caso, pero un posible móvil de la desaparición es un ajuste de cuentas de parte de los cárteles de la droga, pues existen rumores de que Fernández de Cevallos, abogado de profesión, llegó a defender a narcotraficantes.
Otra hipótesis es que la delincuencia busca enviar un mensaje de intimidación al gobierno.
En todo caso, la desaparición del político panista indica que la inseguridad se ha generalizado en el país y que no existen niveles que no puedan alcanzar los delincuentes organizados.
Según la Procuraduría General de la República, Fernández de Cevallos, de 69 años, llegó el viernes por la noche a su rancho ubicado en Querétaro.
Al día siguiente su vehículo fue encontrado vacío con huellas de violencia. Hasta el momento se desconoce su paradero y no se ha pedido el rescate por un presunto secuestro, aunque el Partido Acción Nacional hizo notar que no hay elementos para pensar que esté muerto.
Ningún otro organismo ni autoridad ha mencionado la posibilidad de que el Jefe Diego haya perdido la vida, a pesar de los resbalones del sábado por parte de Manuel Espino, quien aseguraba que a él le habían dicho que el cadáver de Fernández de Cevallos lo habían descubierto en un campo militar de Querétaro. Pero eso es solamente una mala anécdota en este caso.
Ahora bien, de confirmarse que el narcotráfico participó en este hecho, nuestro país enviaría la mala señal al mundo de la crítica situación frente a la intervención de las organizaciones criminales en la vida política, lo que incluye la posibilidad de que busquen influir en elecciones locales y nacionales. Y eso es todavía más grave.
Luego del primer impacto que el hecho tuvo en la sociedad —con el presidente Felipe Calderón retrasando un viaje de trabajo a España e instruyendo a su gabinete para seguir el caso, y con los medios generando coberturas informativas especiales—, la población puede percibir que la delincuencia ha cobrado gran fuerza en el país.
Hasta ahora no habíamos tenido una seña tan fuerte. La percepción de los mexicanos es que el crimen organizado está dominando en esta guerra emprendida por Calderón.
Este hecho indica que la delincuencia organizada está dando golpes que cada vez se acercan más a la vida política del país, lo que sería un llamado más a que el gobierno federal replantee su estrategia de seguridad.
La respuesta oficial en el plano inmediato debería ser una persecución de quienes resulten responsables de esta forma de intimidación. Y en un sentido más profundo y amplio, esto debería servir para discutir la estrategia de seguridad nacional. Si esto no conmueve a la élite política, ¿qué lo hará? JAV
3 comentarios:
la desaparición de Diego Fernández de Cevallos no puede ser evaluada en tanto no se sepan el desenlace, el origen y las causas del suceso. Con todo, el hecho opaca la gira de Calderón por España y Estados Unidos, pues serán poco creíbles las invitaciones que suele hacer a la inversión extranjera, garantizando seguridad. Tampoco podrá convencer a nadie en Estados Unidos de que la guerra contra el crimen “se está ganando” en tanto no se sepa lo ocurrido con un político tan prominente como El Jefe Diego. Como sea, nuestra frágil democracia está siendo literalmente acribillada desde varios frentes y podría hundirse aun antes de que termine por salir a flote.
Como si no fuera suficiente con el maquillaje de cifras y el aburrido discurso de que la violencia en México es producto fundamentalmente de la percepción negativa de los antipatriotas, todavía tenemos que soplarnos que en el caso del poderoso ex senador se recurra a un lenguaje edulcorado y cursi que, para mala suerte de las autoridades policiacas, no cambia un ápice la realidad.
Cualquier duda que hubiera sobre la firmeza de un Estado fallido se ha disipado del todo. Lo que sigue es la supervivencia.
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