“¿Qué hora es?” - “La que usted diga, Señor Presidente”. Con ese chiste los mexicanos resumíamos toda una cultura política. Un modelo en el que la palabra del Primer Mandatario era la palabra revelada. Instrucción divina a la que se sometía el resto del mundo.
Y no sólo era una percepción. El Congreso era tan sólo una oficialía de partes. Su partido era una extensión de sus deseos y los gobernadores eran figuras quita-pon más allá de la voluntad de sus gobernados.
Y la lista podría seguir hacia los sistemas electorales, muchos medios de comunicación, los “sectores” obrero y campesino, entre otros. Todos dispuestos a responder: “la hora que usted diga, Señor Presidente”.
Pero el país cambió. Desde finales del sexenio de Ernesto Zedillo, durante el de Vicente Fox y lo que va del actual es claro que esta historia ya no es la misma. Los escépticos sólo tienen que mirar la cantidad de iniciativas propuestas por el Presidente Calderón que siguen acumulando polvo.
Lo extraño es que cambiaron muchas cosas pero no nuestra expectativa sobre el poder presidencial. Seguimos siendo caudillistas y la prueba más clara es la creciente expresión de sectores de la población que cree que si cambiáramos al actual Presidente – con su renuncia o al término del sexenio – se acabarían todos nuestros problemas. Es lo mismo de quienes anhelan el regreso del Virrey sólo que disfrazado de un discurso democrático.
El problema es que al personalizar todos los males del país dejamos de ver las causas reales. ¿O la economía del país no crece por culpa de Calderón? Todos los análisis, dentro y fuera del país apuntan como la causa central a una baja competitividad producto de leyes inadecuadas, rígidas, burocráticas. ¿Y qué están haciendo los 628 legisladores para cambiarlas?, ¿harán algo distinto los partidos sólo porque lleguemos al 2012?, ¿el PRI que hoy frena los cambios, será su promotor por arte de magia?
También se dice, cada vez con más presencia, que la violencia en el país es responsabilidad de la “guerra al narco de Calderón”, lo cual resulta inexacto. Es cierto que el panista hizo del tema su principal objeto de gobierno, que el tema le sirvió al menos al inicio para ganar mayor apoyo a su administración, y que el enfoque ha sido equivocado e insuficiente como señalan los que hablan de los pocos golpes dados a la estructura financiera de los cárteles. No se trata de defender lo que a todas lucen no ha dado el resultado deseado.
Pero el problema no empezó el 1 de diciembre de 2006 como algunos parecen creer. Antes de esa fecha ya había municipios tomados por el narco, ya estaban las extorsiones a los comerciantes a cambio de “protección”, los asesinatos estaban presentes y era evidentemente un desafío al Estado mexicano. Si se ignora esta realidad es por motivos políticos o porque se quiere pensar que una vez que se vaya Calderón, y cese el combate a estos grupos, la paz llegará a nuestro país.
Es un buen deseo pero no es real. No tiene por qué serlo. La guerra entre grupos no cesará con el cambio de administración. Las mafias no dejarán de asesinar por decreto y como cualquier otro actor de poder buscarán ser cada vez más influyentes.
El caudillismo mexicano nos ha hecho mucho daño a lo largo de la historia al depositar todas nuestras esperanzas en un solo hombre. Hoy vuelve hacerlo al creer que todos nuestros males residen en la persona que ocupa la Silla Presidencial. Mirémonos al espejo con autocrítica y renunciemos a esa ilusión que sólo nos lleva a la parálisis y a esperar, una vez más, la llegada de nuestro próximo salvador. JAV
3 comentarios:
Los políticos siguen igual de lambiscones, pero ahora son panistas.
tenemos que reconocer que la guerra de Calderón ha fallado por completo, por eso urge que el Congreso le ponga un hasta aquí,ya no queremos que siga cayendo gente inocente que su único delito es haber estado en el lugar y la hora equivocada. No se vale, se estaán acabando al país.
Con eso de que los sacaron de Los Pinos, los priistas tienen mucho material para criticar lo que hace Felipe Calderón, pero sabemos que durante 70 años los priistas cometieron una serie de atrocidades en contra de los mexicanos y todos aguantamos callados porque no conocíamos la verdadera democracia, empezando por las elecciones para Presidente, no había oposición, era un sólo candidato y todos se iban a la "cargada" con tal de alcanzar cuando menos un huesito. Así es que ahora ni los Beltrones, ni los Muñoz Ledo, ni los López Obrador, ni la Beatriz Paredes, se vengan a dar baños de pureza que cuando su partido el PRI estaba en el poder eran ellos los que le decían al presidente en turno "las que usted diga señor presidente" ¿por qué ahora habría de ser diferente" ¿de repente ya tienen moral? ¿ya son democráticos?
Lo que no tienen es verguenza.
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