Por diversas razones, pero lo cierto es que nosotros como habitantes de un país, un estado o una ciudad, no nos atrevemos a levantar nuestra voz, de denunciar lo que está mal, lo que nos afecta, lo que nos duele, lo que nos aqueja como sociedad. Por esa razón he creado este sitio que busca ser una trinchera, un espacio, una tribuna donde se expresen todas las voces, todas las ideas sin el temor de ser callados, de ser bloqueados o perseguidos. No, lo que debemos buscar es que nuestra voz, nuestro sentir se escuche. Y entre todos, acabemos con la impunidad, desterremos la corrupción y desenmascaremos a los sinvergüenzas.

Soy un periodista regiomontano independiente, libre de compromisos y aliado con la verdad. No pertenezco a ningún partido político, no recibo dádivas ni presupuestos, ni ayuda económica o de cualquiera otra especie. Hago esto porque me gusta, porque siento rabia, incomprensión y a veces tristeza de ver tantas injusticias que se cometen a diario en contra de personas que no tienen forma de defenderse, que no tienen acceso a la ley que, según la teoría, los empleados del gobierno o quienes deben respetar y hacer respetar la ley son los primeros que la violan en beneficio de sus propios intereses o del grupo al que pertenecen.

Los ciudadanos nos tenemos que organizar para denunciar públicamente todo aquello que está mal en nuestro entorno. A veces no denunciamos porque nos parece que es una pérdida de tiempo, porque nadie hace nada para mejorar nada. Y de eso, justamente, es de lo que se valen los empleados del gobierno, funcionarios, políticos, para seguir extorsionando, seguir corrompiendo, seguir cometiendo atropellos e injusticias en perjuicio de todos nosotros. Este es un espacio que dejo abierto para todos, donde pueden plantear sus quejas, denuncias, inconformidades. Este es el momento, YA BASTA, DENUNCIA!

-Este sitio lo actualizo todos los días de lunes a viernes abordando temas sobre denuncias, quejas y problemáticas que los lectores me comparten, además de incluir información relevante del día-


martes, 9 de marzo de 2010


La impunidad, impune

No hay término más resbaladizo en la política mexicana que la impunidad.

Todo mundo habla de ella, todo mundo la denuncia y desprecia y todo mundo la reprueba. Ese discurso se ha vuelto un componente connatural de la retórica política actual. Políticos, funcionarios, académicos, empresarios y ciudadanos, todos participan en el ritual de denunciar la impunidad. El problema es que nadie quiere acabar con ella.

La impunidad es una realidad en el país. No hay ámbito, ni el más recóndito, de la vida en el que la impunidad no sea factor determinante y decisivo. En cierta forma, a todo mundo le conviene su propia impunidad, lo que hace muy difícil erradicarla. Desde luego, todo mundo quiere acabar con la impunidad, pero la impunidad de los otros, no la propia. Esto lleva a que lo que para unos es sancionable y vergonzante, para otros sea absolutamente aceptable, cuando en ambos casos se trata de impunidad flagrante. Y este círculo vicioso quizá explica la razón por la cual la impunidad es endémica.

La impunidad está en todas partes. No hay ámbito de la vida nacional en el que la impunidad no juegue un papel estelar. Los ejemplos son vastos y seguramente insuficientes porque literalmente no hay espacio en el que ésta no sea un factor y, en algunos casos, como el sindical, está abiertamente protegida por la ley a través de la autonomía.

Aunque hay diferencias fundamentales en las características particulares de cada tipo de impunidad, el hecho de la impunidad es ubicuo. Al menos en concepto, no hay diferencia entre la "riqueza inexplicable" de un ex gobernador y el que un ciudadano común y corriente juegue a la corrupción con un policía o un agente de tránsito. El hecho de la corrupción, y por lo tanto de la impunidad resultante, es idéntico. Tan impune queda el acto de poseer bienes comprados con fondos de dudoso origen o legalidad como el de, gracias a una mordida, pasarse un alto y no pagar la multa correspondiente.

Aunque no sean exhaustivos, diversos ejemplos de impunidad nos dicen mucho. Para ningún mexicano es noticia que muchos políticos y funcionarios aspiren a vivir del erario y a enriquecerse como resultado. Los dichos al respecto son elocuentes: "no me des, sólo ponme donde hay", "le hizo justicia la revolución", "un político pobre es un pobre político", "que se haga justicia en los bueyes de mi compadre"… Por refranes no paramos, pero la historia que estos nos relatan es sugerente: todo mundo reconoce que hay corrupción e impunidad pero, en lugar de reprobarla, se le confiere legitimidad porque, en alguna forma, todo mundo es parte de ella o aspira a serlo. La escala y montos de la corrupción de un gobernador o líder sindical pueden ser incomprensibles para el mexicano común y corriente, pero la mayoría quisiera estar ahí. JAV

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