Ya es hora

En Nuevo León estamos viviendo un clima de alerta, de temor en algunos casos, la apreciación ciudadana es que se corre el riesgo de ser víctima de algún acto delictivo en su entorno en cualquier lugar y a cualquier hora.

La delincuencia común es y seguirá siendo un asunto de índole local, la responsabilidad de combatirla corresponde al Ejecutivo del estado, de eso no hay duda, además de estar establecido en la Carta Magna de Nuevo León. Por eso ya es hora de diseñar e impulsar estrategias firmes, efectivas, para que se actúe en consecuencia y no dar marcha atrás, se requiere mano dura, ecuánime y valor para hacer frente a la corrupción en las policías y hacer una limpia a fondo, dejar de lado intereses mezquinos, depurar las estructuras de gobierno, enfrentar a los ladrones de camionetas, acabar con asesinos, secuestradores y delincuentes que tienen asolado al estado. Ya es hora de dejarse de dar golpes mediáticos, de seguir ambiciones políticas y hay que asumir el compromiso, el que hicieron, gobernador y alcaldes cuando llegaron al poder.

Por otro lado, en el plano federal y donde se gestó esta medida de ubicar militares en las calles para combatir a la delincuencia organizada, que es su responsabilidad, el gobierno de la República va perdiendo la guerra contra los narcos por falta de estrategia... no conoce al enemigo... no midió sus alcances y posibilidades... hasta dónde podía y debía y hasta dónde no.

La historia de las guerras enseña que cuando estas se declaran de manera irascible, con protagonismo, y con más emoción que inteligencia, inexorablemente se pierden. Y lo que se está viviendo en México es una guerra, una lucha sin cuartel en contra de la delincuencia organizada.

Como en todas las guerras, los primeros que mueren son los jóvenes y la gente inocente. En Ciudad Juárez lo han vivido, en Sinaloa, Michoacán, Guerrero, Sonora, el Estado de México, Baja California, Veracruz, Tamaulipas y, por supuesto en Nuevo León. El drama de México es que en los últimos 30 años no ha sabido qué hacer con los suyos, se les han cerrado los espacios educativos, en el campo y las ciudades no hay empleos, la mayoría de los que emigran a Estados Unidos los regresan, persiste la desigualdad social, los contrastes económicos se van ensanchando cada día, la falta de oportunidades, dignas y productivas es enorme en todos los rincones.

¿Qué futuro le espera a un país que en forma indolente ha orillado a sus jóvenes a enfrascarse en un genocidio que va en aumento y que parece no tener fin? ¿Cómo parar la hemorragia? El gobierno aduce en defensa de sus acciones que es una guerra "entre los malos", que han detenido y matado a miles de sicarios, que han incautado cantidades inconmensurables de droga y armamento. Pero también han muerto miles de ciudadanos inocentes, el mal llamado ahora como “daño colateral”.

Parte fundamental del problema de la seguridad en México es que no hay un sistema de justicia penal que pueda detener, investigar, procesar, juzgar y encarcelar a delincuentes. Cualquier tipo de delincuente.

Las estadísticas son contundentes: Menos del 1 por ciento de los delitos cometidos son castigados. La probabilidad de que un acusado llegue ante la autoridad judicial es el 3.3 por ciento del total de los delitos denunciados.

Estamos hablando de más del 96.7 por ciento de impunidad. Éstos son datos de estudios recientes.

No debiera sorprendernos, pues, que estas cifras hayan empeorado. El mensaje para la sociedad es que: Hay que delinquir, ya que en este País no te va a pasar nada. Además de grave, muy grave, este axioma es vergonzoso para nuestros hijos. JAV