Gobernador a prueba

Dentro de su excelsa soberbia o su cándida inexperiencia, Rodrigo Medina desestimó las voces que se oponían a la convocatoria lanzada por él, por nadie más, para luego ser ratificada por su secretario de Gobierno, Javier Treviño días después. El mismo que este domingo, luego del indiscutible fracaso le atribuyó la autoría de la concentración a líderes evangélicos y a la propia ciudadanía, como queriéndose desmarcar por el evidente fracaso.

Si hablamos claro, pudieron ser cientos de miles de personas las que se congregaran en el lugar de la cita que convocó Rodrigo, pero la realidad es que el número es intrascendente, superfluo, es lo de menos, si éste no va a detener las balas de los criminales que están asesinando en Nuevo León.

Rodrigo debe entender que no se está luchando en contra de un adversario político, sino con criminales, esos que no leen periódicos, son los que disparan balas, lanzan granadas y matan personas y, aunque él y su secretario de Gobierno digan lo contrario, el mitin de este domingo fue una concentración política a todas luces, a donde acudieron ex gobernadores, diputados priistas, líderes sindicales, empleados del Gobierno, y hasta alcaldes panistas.

Quien planeó, diseñó y propuso la marcha, metió en un problema ideológico y de persuasión al Gobernador, porque no se puede resolver la impotencia de la autoridad con la potencia irreal de la legitimidad. En el fondo, al querer legitimar a Rodrigo, su equipo cercano lo deslegitimó al poner a discusión no sólo el tema de la seguridad, sino el papel del mismo Gobernador

Con todo esto, el desgaste a la imagen del Gobernador ni Dios Padre se la quita. Su inoperancia con llamados “a la unidad”, artificiosos desplegados de prensa, apariciones pagadas en las televisoras y marchas “por la paz”. Aunado a enfrentamientos reactivos por todo el estado y sin autoridad que le imponga respeto al marco legal, tacha a todos los caídos de “sicarios” –como hizo con los dos estudiantes del Tec de Monterrey– , considera “narcocampaña” cualquier crítica, corroído por una intolerancia absurda que debe estar más allá de cualquier confrontación partidista. Repetimos, Rodrigo Medina ya no es candidato, sino Gobernador.

Con actitudes como la de convocar al mitin de este domingo Rodrigo se asume todavía en campaña porque no se ha dado cuenta que ahora es gobierno, decide apartarse por unos días para no asumir la responsabilidad del cargo. De tal forma, como ya es común, no hablar de la situación es la “estrategia” porque al fin los hechos pierden gravidez o desaparecen.

Lo sorprendente, lo insultante fue su inmediata respuesta: publicar un desplegado en dos planas, pagar a las televisoras y convocar a una manifestación que le hicieron creer, o el mismo se convenció, que sería multitudinaria.

No es extraño, por lo tanto, la expresión de los nuevoleoneses cuando recordando las promesas de campaña de Rodrigo, le piden no que “de la vida por Nuevo León”, sino que simplemente de la cara. Estéril forma de gobernar, quien en vez de actuar, decide excusarse en la cuestionada marcha que no le resultó.

Al mismo tiempo, la política de avestruz impulsada por Rodrigo, pretende polarizar a la población suponiendo que quien no marcha está con el narco. Vaya forma de afrontar los problemas: si no estás conmigo, estás contra mí.

Lejos de ser una particular situación, el caso de Rodrigo se vuelve ejemplar sobre lo que tantos funcionarios y políticos terminan por hacer, no sólo en los problemas que competen a la seguridad, sino también en los que constituyen otras dimensiones de la vida pública.

Al final, los que pierden no son la “ridícula minoría”, sino la mayoría que padece sus efectos.

Y es que se le hizo fácil convocar a una manifestación, que al final no pasó de mitin. Desestimó las críticas por la contradicción de encabezar una protesta para exigir la seguridad que él, como gobernante, es el responsable de proveerla, y de manera bastante ligera argumentó que en este tema, el gobierno y la sociedad debían ir juntos.

El mitin exhibió, una vez más, los peores vicios verticales del sistema y no las virtudes horizontales ciudadanas. JAV